lunes, 21 de noviembre de 2011

Los increíbles beneficios de la lactancia materna

Este acto natural que muchas mujeres eluden por, como escuché en la sala de post parto el día que nació mi hijo, “No somos vacas”, es una de las prácticas más saludables para la madre y el niño.
La primera vez que puse al pecho a mi hijo, no digamos que fue agradable o fácil. La anatomía se resintió bastante, y fue bastante incómodo cuando sucedió eso que comúnmente se conoce como “bajar la leche”. Los espasmos del útero no se hicieron esperar, y la verdad es que no tenía ni la más mínima idea de que esas contracciones propias del parto, se repetían cuando uno amamantaba al recién nacido.
Todas estas incomodidades, sumado a que se debe estar a “libre demanda del niño”, perdiendo bastante la autonomía, hacen que las mujeres desistan de la práctica del amamantamiento.
De acuerdo a las crecientes  comodidades para parir, asistir y alimentar al recién nacido, han surgido estas tendencias modernas de utilizar leche artificiales. De las 6 puérperas, solo yo decidí alimentar a mi hijo con los prodigios que me otorgaba la naturaleza.
Y no me equivoqué. Los beneficios que yo pude advertir de forma más o menos inmediata fueron, en primer lugar, de índole emocional. Mi apego con el niño fue estrecho y no tuve ningún tipo complicaciones con hacerme cargo de su crianza y prodigarle cariño, a pesar de las duras condiciones de un embarazo adolescente.
En segundo lugar, el niño en tres días engordó un kilo, y no tuvo cólicos como los demás bebés de la sala. La tercera cosa buena fue que la hemorragia fue mucho menor, y el útero, gracias a esas contracciones que me pillaron por sorpresa, volvió a su lugar en tiempo récord. Y lo más importante, para el alicaído autoestima femenino de esos álgidos días, bajé todos los muchos kilos que subí durante todo el embarazo.
Mi hijo hoy tiene 12 años y aún no sufre ninguna enfermedad. Le cuesta mucho resfriarse, o indigestarse. Esperemos que eso continúe siendo así.
Esta experiencia me hace afirmar que los casi dos años de amamantamiento, que fueron exclusivos durante seis meses,  son los responsables de la excelente salud y la buenísima relación con mi hijo.
Y como dice la autora del texto linkeado anteriormente, Mamare Castellón, la lactancia materna, además de todos sus favores con la salud humana, es ecológica, ya que leches artificiales supone un mayor consumo de agua, un elevado consumo de energía para su producción, transporte y elaboración. Finalmente, por supuesto, la leche artificial genera muchísimos más residuos.
Agregaría a lo mencionado, que optar por ella, es estar en sintonía con la madre tierra, y por lo tanto con nuestra propia naturaleza, que no necesita de artificios que causan obstrucción en la perfecta manifestación de la creación. Y si un hijo “sale caro”, con este don de la lactancia, se aminoran en gran parte los innumerables gastos asociados con la crianza.


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