Dicen que los bonobos, o chimpancé pigmeos, son los animales más felices del mundo. Con un estilo de vida hippie (Vegetariano, pacífico y profundamente amoroso) por dar alguna referencia, practican el sexo de manera muy parecida al ser humano, claro que de manera más liberal. Experimentan posiciones y son el único animal que puede copular cara a cara.
El 98% de su ADN es idéntico al del Homo sapiens, es por eso que están más emparentados con los humanos que con los gorilas. Esto explicaría que la sexualidad en las hembras bonobos, no depende de las hormonas ni de la superviviencia, al igual que en la mujer.
Los bonobos se han salvado de ser encarcelados en los zoológicos precisamente por sus costumbres “reñidas con la moral y las buenas costumbres”. Resultaría perturbador para los humanos acostumbrados a la ley y el orden, ver tantas expresiones de amor y libertad, en una cultura que los científicos y antropólogos han calificado como “matriarcal”.
Investigar la sexualidad de los bonobos nos retrotrae a la que practicaron nuestros antepasados, que sin una cultura definida por poderes fácticos, liberaba a la hembra de cualquier tipo de tapujo. Siendo promiscua en su incesante búsqueda por el placer, provocaba que los machos, al no conocer si eran o no padres de la cría, en vez de matarla, como se estila en otras especies, termina por ayudar a la hembra en su crianza.
La antropóloga Sarah Hrdy, de la Universidad de California en Davis, da apoyo a la hipótesis de la promiscuidad de nuestras ancestras prehomínidas:
“Supongamos, entonces, que la hembra tiene ovulación oculta y constante receptividad sexual. Puede explotar estas ventajas para copular con muchos machos, aunque tenga que hacerlo incluso solapadamente, cuando su consorte no preste atención. Mientras que ningún macho puede estar seguro de su paternidad, muchos machos reconocen que podrían ser los padres de la eventual cría de la hembra. Si más tarde uno de esos machos tiene éxito en ahuyentar al consorte de la madre y en conquistarla, evita matar a su cría porque podría ser la suya propia. Podría incluso ayudar a la cría con protección u otras formas de cuidado paternal. La ovulación oculta de la madre serviría también para disminuir las peleas entre machos adultos dentro del grupo, puesto que cualquier copulación aislada no es muy probable que resulte en concepción, y de ahí que no merezca la penar luchar por ello…”
En este hecho estaría la clave del poblamiento de la tierra por los pre-homínidos ancestrales, que se convirtieron, producto de la evolución, en nosotros, los seres humanos, que en el Congo nos comemos al bonobo, porque el evolucionado paladar dice que su carne es un verdadero manjar de los dioses.
Ahora bien, hay una esperanza, pues los bonobos ya saben manipular el fuego y hasta cocinar hamburguesas, por lo tanto podrían trasformarse en una civilización de recambio a ésta que se ha anquilosado en doctrinas y estructuras que mantienen encorsetada la verdadera esencia, esa que aún se conserva intacta en los chimpancés pigmeos.
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