Siempre hay incredulidad cuando nos hablan de lo malos que son ciertos alimentos, más aún si éstos son nuestros favoritos. Pero más allá de creer o no, hay pruebas que confirman algunas sospechas.
Mi hermano hace más de quince años se intoxicó consumiendo Cheetos, un, por suerte para mí, repugnante snack de color amarillo crepúsculo, el cual consumió en cantidades estratosféricas, con el fin de coleccionar los “Tazos” que venían en su interior. Debe haber sido tan fuerte su dolor, que nunca más en la vida fue capaz de echarse otro de estos “palitos (mutantes) de sabor” a la boca.
Pues resulta que serían tan artificiales como un jaguar con lentes y zapatillas, ya que según expertos en alimentación venezolanos, el petroleo que exportan como combustible, les llega convertido en este perjudicial alimento. Sería algo así como caucho, que se queda incrustado en el cuerpo, sin posibilidades de digerirlo.
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