En el siglo XXI el debate a favor y en contra de los experimentos con animales sigue abierto: ¿de verdad tras tanto adelanto tecnológico y científico no existe una alternativa?
Tras publicarse la noticia del cierre de una empresa italiana por el pésimo trato a los perros que criaban para experimentación, se reavivó la polémica sobre la investigación in vivo.
¿Por qué se investiga aún con animales?
En general, la investigación biomédica comienza por lo más básico: efectos a nivel celular (in vitro), pruebas de toxicidad, curvas dosis-respuesta, determinación de dosis de referencia… Hasta el momento, las más sofisticadas simulaciones no siempre han conseguido reproducir las interacciones a nivel tisular y sistémico, por lo que se requiere dar un paso más: la investigación in vivo. Con el uso de animales para experimentación se han conseguido avances como aislar por primera vez la insulina u obtener vacunas contra la lepra y la polio.
Los defensores de la investigación con animales argumentan que prácticamente todos los avances médicos del siglo XX, responsables del aumento de la esperanza de vida, utilizaron en algún punto experimentos en animales, salvando innumerables vidas con avances que en sus respectivos contextos temporales no podrían haberse conseguido sin la experimentación in vivo.
¿Es la investigación con animales una tortura? ¿Son los investigadores unos sádicos desalmados?
La normativa europea ha establecido unas directrices para la experimentación en animales que comienzan por no utilizarlos si existe otra alternativa. Si su uso es inevitable, el número de animales necesarios para el estudio debe optimizarse al mínimo posible, y siempre seleccionando el método de trabajo que provoque al animal el mínimo dolor, sufrimiento o angustia.
¿No hay alternativa a la utilización de animales en investigación?
Tal y como dice la normativa europea, “aunque es deseable sustituir los procedimientos científicos con animales vivos por otros métodos que no los usen, la utilización de animales vivos sigue siendo necesaria para proteger la salud humana y animal y el medio ambiente”. No todos los ambientes e interacciones son simulables con los recursos de los que disponemos. No es inverosímil que en algún momento, cuando el conocimiento dé otro gran paso, la investigación en animales sea innecesaria. Mientras se llega a ese punto los esfuerzos van encaminados en reducir la necesidad de modelos animales todo lo que sea posible garantizando que donde sea inevitable su uso se disminuya o elimine el sufrimiento de éstos.
En este sentido Europa ya restringió el uso de experimentación en animales al campo de la investigación biomédica al prohibir la comercialización de productos cosméticos que se hubiesen testado en animales (Directiva 15/2003).
Dejando la ética a un lado, criar animales para investigación es muy caro, dado que tienen que crecer en unas condiciones muy restrictivas (véase: Directiva 63/2010 relativa a la protección de los animales utilizados para fines científicos) que aseguren que sirvan para el objetivo planeado sin interferencias de factores externos. Tanto el animal, como las instalaciones o el gasto de formación del personal que debe tratar a los animales suponen un coste que cualquier gobierno, empresa o institución querría evitar, por lo que siempre que es posible sustituir por modelos de simulación, se hace, pero no siempre se puede imitar el comportamiento de los tejidos, sistemas e interacciones que se producen en los seres vivos.
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