sábado, 7 de julio de 2012

Reciclaje doméstico: Una forma creativa de apoyar a la naturaleza

En la actualidad, es evidente a nuestros ojos cómo se saturan de basura los espacios públicos como veredas, riveras de ríos y lagos, sitios eriazos o caleteras urbanas; como si el acto de botar desechos fuera un hecho inocuo y de baja repercusión ambiental. Sin embargo, más allá de ser un daño directo y puntual para el entorno más cercano, en sumatoria, termina ocasionando un impacto a nivel global que incluso puede ser irreversible.
Un viaje por Santiago nos da a conocer un paisaje un tanto deprimente y lapidario: la limpieza comunal y preocupación por el medio ambiente está directamente relacionada con el capital monetario que dispone la comuna y también con su categoría socioeconómica. Me pregunto por qué la cultura medioambiental tendrá que ver con un tema monetario, cuando el derecho a vivir en un medio ambiente libre de contaminación está estipulado en la Constitución, y con ello debiera trascender a cualquier nivel socioeconómico y cultural.
En mi caso personal, no puedo dejar de mencionar que el trayecto que va desde mi casa a  mi universidad no es del todo agradable para sus espectadores. La Panamericana Norte es una caletera donde circulan más de 1000 vehículos al día, y nadie puede estar indiferente ante los cúmulos de basura que hay en sitios a la venta y fábricas que han dejado de funcionar, como si la inactividad de un espacio significara que ahí puedo dejar lo que me sobra. ¿Dónde está el criterio, el sentido de lo comunitario? ¿Dónde quedó el pensar que ese lugar también es mío, es parte de mi ciudad, y está incerto en mi plantea Tierra, que día a día respira con más dificultad?
Si bien ejecutar normas de limpieza e higiene ambiental no reducen la basura que se genera en exceso, es una buena forma de comenzar a observar nuestro entorno y nuestro comportamiento con el mismo.
Una vez que se toma conciencia de que estamos saturados de basura y decimos: no, yo no quiero un basural en mi comuna, es cuando decidimos inhibir nuestro impacto. Si yo no quiero más plásticos flotando en los océanos, ni bolsas y papeles perturbando la naturaleza, entonces me hago cargo de ello y lo reutilizo a conciencia.
El reciclaje de plásticos a nivel doméstico es una noble iniciativa de la que soy partícipe y que otras personas también han adoptado en este nuevo siglo. Ecoladrillos, tejidos de bolsas, billeteras de tetrapac, entre otras ideas, han llenado de color y creatividad las ferias medioambientales, festivales de música y centros comerciales.
No es irrevelante el reciclaje de una lata de aluminio, ni de una botella plástica, es un acto de cooperación con la difícil tarea que tiene nuestra tierra de degradar en 400 años una lata de cerveza o un políemro sintético. Se trata de dejar plasmado en algún lugar de nuestra casa la metamorfosis de un objeto al que llamaban basura, que gracias a una cuota de volutad y dedicación, contribuirá tanto a nuestro entorno doméstico como al medio ambiente.


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